Enviado el: 16/03/2013 11:18 por Orfeo
Lo había sido en los tiempos de Hemingway, de Picasso y de la mítica Gertrude Stein en los felices años de entreguerras, cuando no corría la sangre sino el alcohol y parecía que el paraíso no era una quimera, pero París no era ya una fiesta. En Cuerpos extraños, su última novela, la gran Cynthia Ozick, coetánea de Capote, Mailer, Gore Vidal o Philip Roth y miembro de honor de la Jewish Fiction, recuerda ese jubiloso París de los legendarios personajes de la Vanguardia actuando con su talento ilimitado en un teatro urbano que los aplaudía noche y día, pero lo recuerda como contrapunto del París anémico y extenuado por la posguerra en el que se mueven sus sórdidos personajes en 1952, el envés del París de la rive gauche de Herbert Lottman, cuya vitalidad intelectual es tratada con sorna por el narrador de Ozick, tan sabio y tan certero como el de su relato perfecto, El chal (The New Yorker, 1980; Montesinos, 1992).
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