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CASTLE WHITELAND (RELATOS ROMÁNTICOS Y FANTÁSTICOS)


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Sinópsis del libro:

  • Era una noche oscura. El carruaje de Mr. Roberts iba desbocado. Llegaba tarde a una cita muy importante. Se jugaba todo el futuro que con tanto esmero había preparado desde hacía más de veinte años.

    Sus adversarios no sabían nada de sus planes. Confiaban en su poder.

    Él les daría una sorpresa, no podrían ni imaginarse, todo lo que tenía planeado para el futuro de su raza.

    -Edward, date prisa, nos queda poco tiempo para la reunión.

    Su mejor amigo, ayudante y confidente, fustigaba a los cuatro caballos para que corrieran más. El empedrado de las calles estaba resbaladizo, costaba controlar a las bestias.

    -No se preocupe Mr. Roberts. Estaremos a tiempo, más deprisa no podemos ir.

    Estaba preocupado por el resultado de la reunión. Sus dos acérrimos contrincantes, ansiaban su liderazgo. Tenía que jugar bien sus cartas y demostrarles que todavía guardaba un as en su manga. Destruiría, sus ansias de poder y dominación de esos dos dementes. Esperaba que no fuera demasiado tarde y pudiera eliminarlos antes de que se le adelantasen.

    Un fuerte estruendo resonó por toda la calle.

    Los caballos se desbocaron y derraparon a la salida de una curva, todo el carruaje volcó.

    Idioma: CASTELLANO

  • CAPÍTULO I Año 1898


    Era una noche oscura. El carruaje de Mr. Roberts iba desbocado. Llegaba tarde a una cita muy importante. Se jugaba todo el futuro que con tanto esmero había preparado desde hacía más de veinte años.

    Sus adversarios no sabían nada de sus planes. Confiaban en su poder.

    Él les daría una sorpresa, no podrían ni imaginarse, todo lo que tenía planeado para el futuro de su raza.

    -Edward, date prisa, nos queda poco tiempo para la reunión.

    Su mejor amigo, ayudante y confidente, fustigaba a los cuatro caballos para que corrieran más. El empedrado de las calles estaba resbaladizo, costaba controlar a las bestias.

    -No se preocupe Mr. Roberts. Estaremos a tiempo, más deprisa no podemos ir.

    Estaba preocupado por el resultado de la reunión. Sus dos acérrimos contrincantes, ansiaban su liderazgo. Tenía que jugar bien sus cartas y demostrarles que todavía guardaba un as en su manga. Destruiría, sus ansias de poder y dominación de esos dos dementes. Esperaba que no fuera demasiado tarde y pudiera eliminarlos antes que se le adelantasen.

    Un fuerte estruendo resonó por toda la calle.

    Los caballos se desbocaron y derraparon a la salida de una curva, todo el carruaje volcó.
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    CAPITULO II

    Los vecinos más cercanos salieron de sus casas a toda prisa por el horror del accidente. Sacaron a las víctimas del carruaje, pero nada pudieron hacer. Estaban muertos sus ocupantes.

    Mr. Jones, un agente de Scotland Yard, vivía cerca de donde se produjo el desgraciado desastre. Los pobres hombres estaban irreconocibles. Debían de ir a una velocidad infernal para quedar los caballos mal heridos; habría que sacrificarlos enseguida, no tenían remedio.

    Nadie se atrevía a dispararlos. Tuvo que ser él, quien los metiera un tiro en la cabeza. Fue una pena aquella matanza.

    Pensó en lo raro de aquel accidente. Hubo un fuerte estruendo antes que todo el carruaje se destrozara. Si no le fallaba su instinto, ni su oído, le había sonado como un trabucazo. Tenía que investigarlo.

    Mr. Jones, mandó a los curiosos a sus casas, ya era noche cerrada. Enseguida llegaron los sanitarios y bomberos para recoger todo aquel deshecho.

    Peter como se llamaba el agente de Scotland Yard, se agachó a recoger fragmentos del accidente. Vio incrustado en el carruaje una bala de gran tamaño. Esta era la prueba que necesitaba para empezar una investigación.

    Regresó a su despacho de Bond Street. Para redactar el informe. De momento podía concentrarse.

    Era un hombre fuerte, alto, con las facciones muy marcadas, sus ojos profundos y oscuros eran muy perspicaces. Nada se le escapaba. Tenía fama de ser el mejor investigador. Sus descubrimientos de asesinatos eran su prioridad. Creía mucho en la justicia. Y poseía una inteligencia privilegiada, para desentramar cualquier delito.

    Su apariencia física, con el pelo castaño claro, la sonrisa agradable y un poco irónica, su nariz recta y sus veintiocho años. Le hacían parecer una persona poco peligrosa.




    La gente confiaba mucho en él. Sonsacaba información al tipo más duro. Y daba un trato muy especial a todos sus confidentes. Era muy estimado entre sus compañeros, a pesar de ser él, su jefe. Las mujeres siempre le trataban como si fuera un hermano mayor, al que poder consultarle sus problemas.

    A veces deseaba encontrar a su alma gemela, que fuera comprensiva con su trabajo, que le quisiera y formar una familia. En esos momentos ninguna señorita que conociera, le había llamado la atención. Cualquier día podría hallar a su pareja perfecta.

    Después de guardar cuidadosamente las pruebas de los asesinatos. Se encaminó andando hasta su casa. Ya era de madrugada, necesitaba un descanso. Así por la mañana, tendría que recopilar toda la información que pudiera y empezar su nuevo caso de homicidio.

    Idioma: CASTELLANO

  • CAPÍTULO I Año 1898


    Era una noche oscura. El carruaje de Mr. Roberts iba desbocado. Llegaba tarde a una cita muy importante. Se jugaba todo el futuro que con tanto esmero había preparado desde hacía más de veinte años.

    Sus adversarios no sabían nada de sus planes. Confiaban en su poder.

    Él les daría una sorpresa, no podrían ni imaginarse todo lo que tenía planeado para el futuro de su raza.

    -¡Edward date prisa, nos queda poco tiempo para la reunión!

    Su mejor amigo, ayudante y confidente, fustigaba a los cuatro caballos para que corrieran más. El empedrado de las calles estaba resbaladizo, costaba controlar a las bestias.

    -No se preocupe Mr. Roberts. Estaremos a tiempo, más deprisa no podemos ir.

    Estaba preocupado por el resultado de la reunión. Sus dos acérrimos contrincantes, ansiaban su liderazgo. Tenía que jugar bien sus cartas y demostrarles que todavía guardaba un as en su manga. Destruiría sus ansias de poder y dominación de esos dos dementes. Esperaba que no fuera demasiado tarde y pudiera eliminarlos antes que se le adelantasen.

    Un fuerte estruendo resonó por toda la calle.

    Los caballos se desbocaron y derraparon a la salida de una curva, todo el carruaje volcó.
    ?
    CAPITULO II

    Los vecinos más cercanos salieron de sus casas a toda prisa por el horror del accidente. Sacaron a las víctimas del carruaje, pero nada pudieron hacer. Estaban muertos sus ocupantes.

    Mr. Jones, un agente de Scotland Yard, vivía cerca de donde se produjo el desgraciado desastre. Los pobres hombres estaban irreconocibles. Debían de ir a una velocidad infernal para quedar los caballos mal heridos; habría que sacrificarlos enseguida, no tenían remedio.

    Nadie se atrevía a dispararlos. Tuvo que ser él, quien los metiera un tiro en la cabeza. Fue una pena aquella matanza.

    Pensó en lo raro de aquel accidente. Hubo un fuerte estruendo antes de que todo el carruaje se destrozara. Si no le fallaba su instinto, ni su oído, le había sonado como un trabucazo. Tenía que investigarlo.

    Mr. Jones, mandó a los curiosos a sus casas, ya era noche cerrada. Enseguida llegaron los sanitarios y bomberos para recoger todo aquel deshecho.

    Peter como se llamaba el agente de Scotland Yard, se agachó a recoger fragmentos del accidente. Vio incrustado en el carruaje una bala de gran tamaño. Esta era la prueba que necesitaba para empezar una investigación.

    Regresó a su despacho de Bond Street para redactar el informe. De momento podía concentrarse, ningún compañero se encontraba en esos momentos.

    Era un hombre fuerte, alto, con las facciones muy marcadas, sus ojos profundos y oscuros eran muy perspicaces. Nada se le escapaba. Tenía fama de ser el mejor investigador. Sus descubrimientos de asesinatos eran su prioridad. Creía mucho en la justicia. Y poseía una inteligencia privilegiada para desentramar cualquier delito.

    Su apariencia física, con el pelo castaño claro, la sonrisa agradable y un poco irónica, su nariz recta y sus veintiocho años; le hacían parecer una persona poco peligrosa.




    La gente confiaba mucho en él. Sonsacaba información al tipo más duro. Y daba un trato muy especial a todos sus confidentes. Era muy estimado entre sus compañeros, a pesar de ser él, su jefe. Las mujeres siempre le trataban como si fuera un hermano mayor, al que poder consultarle sus problemas.

    A veces deseaba encontrar a su alma gemela, que fuera comprensiva con su trabajo, que le quisiera y formar una familia. En esos momentos ninguna señorita que conociera, le había llamado la atención. Cualquier día podría hallar a su pareja perfecta.

    Después de guardar cuidadosamente las pruebas de los asesinatos. Se encaminó andando hasta su casa. Ya era de madrugada, necesitaba un descanso. Así por la mañana, tendría que recopilar toda la información que pudiera y empezar su nuevo caso de homicidio.





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    CAPITULO III

    Madelen Roberts, estaba sentada frente a la chimenea, leyendo un libro de poesía. Era una jov

    Idioma: CASTELLANO

 
 

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