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EL UNIVERSO ELEGANTE: SUPERCUERDAS, DIMENSIONES OCULTAS Y LA BUSQUEDA DE UNA TEORIA


AUTOR: ;
 
7.0
 
 
  • Portada de EL UNIVERSO ELEGANTE: SUPERCUERDAS, DIMENSIONES OCULTAS Y LA BUSQUEDA DE UNA TEORIA

    9788484327813

 
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Sinópsis del libro:

  • Brian Greene nos explica en este libro cómo las grandes teorías de la relatividad y de la mecánica cuántica, que transformaron nuestra interpretación de la naturaleza durante el siglo XX, nos han conducido al mayor problema con que se enfrenta la física hoy en día: la búsqueda de una ley que unifique a todas las demás, una ley que Einstein persiguió en vano durante treinta años y a la que se le da el nombre de «teoría de supercuerdas».
    La teoría de cuerdas –como también se denomina con frecuencia a esa formulación magnífica y sorprendente– vendría a unificar esos dos grandes pilares de la física actual, el cuántico y el gravitacional, al suponer que todo lo que sucede en el universo surge de las vibraciones de una única entidad: microscópicos lazos de energía que se encuentran en el auténtico núcleo de la materia y que habitan en espacios de dimensiones superiores a las cuatro del espacio-tiempo einsteiniano.

    Idioma: CASTELLANO

 
 

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tan imprescindible como feynman o hawking
 
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Comentarios de los lectores

 
Usuario
 

#1 No he leído el libro, pero he visto el documental del mismo nombre, presentado por el propio Greene. Explicaba de forma muy sencilla la importancia de la unificación de fuerzas, y las bases de la mecánica cuántica y la relatividad.

Me encantó su otro libro, "El tejido del cosmos", por lo que estoy deseando leer este.

Fecha: 28/06/2013 10:38 // Votos: 0 // Karma: 30 // por: adeteran
Usuario
 

#2 Explica de forma más o menos asequibles conceptos tan extraños como la mecánica cuántica, las supercuerdas y todo eso. Lo hace entendible y apasionante.

Fecha: 15/12/2013 21:25 // Votos: 0 // Karma: 6 // por: --21666--
 
Usuario
 

#3 EL UNIVERSO ELEGANTE
Brian Greene
    Todos tenemos uno o varios libros que releemos cada año. Por el placer estético que nos aporta, por la fuente inagotable de ideas que supone, por la satisfacción del ego que se refocila cuando le confirman sus prejuicios, porque pone a parir a nuestros enemigos reales o imaginarios, porque nos pone en cuestión, porque nos motiva, porque nos extrae la curiosidad de un aguijonazo y nos deja exánimes durante días, porque trae alguna reminiscencia del pasado o algún aviso del futuro.
    No sabría decir qué pulsa en mí El universo elegante. Salió en el año 1999 y lo leí por primera vez en el 2007, desde entonces ha caído todos los años en invierno o en verano. El propósito primario del libro ya te deja pasmado: unir la gravitación universal explicada en la teoría de la relatividad a la fluctuación de partículas de la física cuántica, lo que enfrentara agriamente a Bohr y Einstein, pero no te dice cómo, ni siquiera lo plantea explícitamente hasta el capítulo V del libro, simplemente se va sugiriendo que vas a tener  que leer y encomendarte a algún rapto de genialidad insospechado para entenderlo. Claro que luego no es así; como todo gran escritor Greene ha ido sembrando indicios a lo largo de los capítulos de su libro y proponiendo juegos mentales que van a desembocar en la teoría que Einstein llamaba del ‘campo unificado’ y que aquí se llama ‘M’.
Como es poco habitual en libros de esta índole (desde Hawking a Mlodinow pasando por Feynman, Michio Kaku o Carl Sagan), falta el breve repaso a la historia de la física que aunque se podría ver como algo condescendiente (Hawking se quejaba de que su Historia del tiempo debía llevar algunas ecuaciones «explicativas» más, pero los editores se negaron) con los lectores, nunca es desdeñable para los que experimentamos sudores fríos y vacíos espirales estomacales cuando vemos cosas impresas como:
ln(k) = ln (A) – Ea/R (1/T)
Que en realidad se refiere a algo tan cotidiano y desprovisto de ornato estilístico como el logaritmo de constantes cinéticas en un eje («el de ordenadas en coordenadas cartesianas», aclara oportunamente Arrhenius), pero que para el común de los mortales, como sabiamente entrevieron los editores de Hawking, sería algo así como el Finnegans Wake chapurreado en copto.
Lo que pasa con la teoría de las supercuerdas tal como la expone Greene es que tiene algo de maravilloso, algo que huele a creatividad, imaginación, fusión, ciencia puesta al servicio del arte, algo que revienta los costados de cualquier postura obliterada en sí misma, algo que requiere (ahora y en las próximas décadas) del esfuerzo de todas las mentes actuales y de las generaciones venideras.
Einstein dijo que materia y energía son lo mismo a distinto nivel vibratorio, pero lo deja ahí. El espacio y el tiempo son alabeados, ya no bastan las matemáticas pitagóricas y euclidianas y se utiliza a Riemann, que parece tener el lenguaje apropiado para la nueva física: pero solo el lenguaje, no el arte en sí. Heisenberg descubre que o sabemos la posición del electrón o sabemos su velocidad, nunca las dos a la vez.
Bohr se quema las guedejas para entenderlo y superar esa ignorancia, el lenguaje de Riemann tampoco sirve. Por debajo de la constante de Planck la relatividad fracasa estrepitosamente, a lo que Einstein responde zancadilleando a Bohr: «¿Los cuantos van donde les place? No, hombre no. Dios no juega a los dados con el universo?». Pero parece que sí. Quizá no se necesita otro lenguaje, quizá se necesita algo que va más allá de la matemática e incluso de la física (al menos la conocida hasta ahora). ¿Metafísica? Ya tenemos inmediatamente a multitud de científicos que se pasan a la exégesis cristiana de la vida en el universo: demasiado elegante, demasiado compleja, demasiado conveniente, demasiada casualidad. Solo dios puede haber creado algo así.
Pero también: la estrella combuste una reacción de fusión de hidrógeno y tritio hasta generar helio. Luego muere. Su muerte expulsa al espacio neutrinos, metales, átomos, carbono. El agujero negro no es el fin de la estrella, es el principio de una polinización espacial. Tan natural como una flor. En diecisiete mil trescientos millones de años la evolución puede haber creado no esta burbuja en forma de galaxia espiral, sino diez dimensiones más. ¿Cada una con su propio dios? Y ¿el ser humano? ¿Debe considerar la posibilidad de que su solipsismo haya creado y esté modificando su propio universo? Según Einstein, sí: la teoría de la relatividad explica ante todo que nuestra percepción de las personas y del universo depende del marco de referencia en el que se ubica el observador. Como no hay dos personas que compartan la misma conciencia, existen muchos marcos de referencia a los que atenerse. Según Schrodinger el gato está al cincuenta por ciento vivo o muerto si abres o no la caja. Según Heisenberg es imposible conocer el presente en todos sus detalles y por ello determinar el futuro, el reino de la incertidumbre apaga la brillante luz del electrón (del electrón que sí se predice). La realidad no existe mientras no sea percibida, dice el principio de complementariedad, y Richard Feynman remata: «La física cuántica va contra el sentido común, pero acierta en todas sus predicciones. Si usted no está preparado para ir contra el sentido común tampoco podrá entender la naturaleza», o algo parecido.
La formulación de la teoría de cuerdas, supercuerdas y espacios de Calabi-Yau son exactamente la sinfonía artística adecuada, el pulso creativo de científico chiflado, para abordar el mayor desafío al que se enfrenta el siglo XXI: el desentrañamiento de la teoría M y evitar la extinción de la especie. El hallazgo de un nuevo elemento, el gravitón, crea espacios de entendimiento entre la mecánica cuántica y la relatividad general. ¿Lo conseguiremos? Brian Greene dice DE QUE SÍ. Los cuarenta arribistas que tienen el poder económico dicen DE QUE NO. Yo lo seguiré leyendo cada año, porque cada año me parece más asombroso e interesante.


Fecha: 21/06/2014 22:13 // Votos: 0 // Karma: 6 // por: rubénmuñozherr
 
 

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