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alta fantasía aventuras batallas canción de hielo y fuego capa y espada fantasia fantasia epica huargos novela fantastica reinos#62 Buenísimo. Recomendado que se lo lean tanto los que están viendo la serie como los que no. Para los que no esté aún familiarizados con JdT se les hará lioso el principio con tantos nombres, titulos, lugares y demás, pero despues ya tienes una idea fija en la cabeza y como la seda. Ademas la historia te engancha muchísimo. Pegas: J.R.R. Martin se toma su tiempo para escribir...podeís empezar a leer los libros y seguramente llegareis con tiempo hasta la publicación del siguiente
#51 soy el unico de mis amigos que tiene el libro y aun no se lo ha leido
#52 ¡Uf! Uno se pierde con los nombres y las familias. Es interesante, pero demasiado intrincado.
#54 Al principio me parecía un lio con tanto personaje, pero según vas avanzando te quedas con todos y te engancha un montón, muy recomendable. yo ya voy por el cuarto, aunque lo tengo muy parado por motivos ajenos al libro...alguno ya sabe por qué... jajaj
#55 Es tremendamente adictivo, parece que va a ser el típico libro de fantasía con un sin fin de personajes y descripciones, pero poco a poco te atrapa sin parar. Es complicado dejar de leer cuando lo empiezas.
#56 A mi me ha gustado bastante aunque no sea del estilo de libros que suelo leer...
#57 Me esperaba más, y no digo que sea poco, pero creo que se ha mitificado la saga. Adictivo y en algunos momentos complejo. Sin embargo, hay una tendencia a terminar "abruptamente" con algún personaje...
#60 Libro perfecto, cabe decir que la serie lo siguió al pie de la letra.
#61 ¿Quién no ha escuchado alguna vez «como lo que se hacía en mis tiempos nada», «esto comparado con lo que me gusta a mí...», «Bah, no es para tanto; a mí sí que me ocurren cosas reseñables»? Recuerdo que Robert Graves en el Yo, Claudio utilizaba una confrontación paradigmática de lo que puede ser una mente abierta y una obliterada y da la sensación de que también la destrucción de este tópico por medio del sentido del humor. En el domus de la casa Julia se suceden unas conversaciones más triviales que otras y la acción se traslada hacia el esclavo que anuncia con voz de trueno la asistencia de un filósofo griego. El griego queda extasiado por la estentórea voz del esclavo y se admira diciendo: «¡Qué voz! ¡Solo los romanos podrían permitirse tener un esclavo con la voz de un dios!», y el tipo responde: «Reconozco que he hecho mucho teatro, incluso en Mégara y Eleusis, pero también te digo que el teatro de hoy ya no es lo que era». Y el otro sonríe y responde: «Pues yo iría aún más lejos: el teatro, amigo actor, nunca fue lo que era». Me encuentro con una cantidad alucinante de críticas de la obra de un tal George R.R. Martin, sí, el autor de Juego de tronos, que anuncian su dependencia de la obra de Tolkien, su deuda con él (pues la que tendrían Tolkien, Borges y Cortázar con Lovecraft y Bierce no quiero ni pensarlo) y su crudeza vituperable, su realismo extremo, etc. La verdad es que siendo de los que han leído unas cuantas veces a Tolkien no dejo de dudar de si el hecho de que Martin sea un autor contemporáneo, escriba sobre fantasía heroica y sea tan realista lo sitúa por debajo de Tolkien. Es cierto que es reiterativo, y quién no lo es cuando lleva escritas más de cuatro mil páginas sobre una serie y sigue manteniendo el interés en sus páginas (¿no se repiten Robert Musil, Phillip Roth y Thomas Mann?, a lo mejor hay que hacer el esfuerzo de leerlos para darse cuenta de que esa reiteración no desmerece en nada sus obras), pero yo creo que es muy superior a Tolkien: aunque esté vivo, por dios, qué horror, cómo se puede pensar en algo semejante, aunque en realidad esté narrando sobre la Guerra de las dos Rosas, las invasiones bárbaras (Khal Drogo es una fantástica imagen de Bleda o Atila) de Roma y sí, homenajes evidentes a Tolkien con sus espectros y sus Samwell Tarlies, pero... ¿no hay también un cachondeo sugerido, muy al estilo de Flaubert, de que la estupidez será la única constante universal con la que el ser humano se encontrará siempre? Su realismo descarnado no me parece tan unidimensional ni tan evidente: Martin juega con una ambigüedad inquietante en sus personajes, que un día son auténticos carniceros y al siguiente te sorprenden comportándose con honor o viven para el honor y en el momento decisivo enloquecen mostrando la estrechez que existía entre la iconodula de la idea rígida y la iconoclastia del rebelde o la rebelde. También está esa rasgadura del velo que oculta la auténtica naturaleza del poder, que es alimentarse a sí mismo aun destruyendo a los que lo sirven: la visión amable que ineluctablemente ofrecen los que están en el poder (del conservadurismo y legitimismo de Tolkien se podría hablar horas: sus razas arias, el sometimiento de las clases bajas, la pureza, valor y honor de sus reyes que luchan junto a sus súbditos —qué cosas—, el patriarcalismo inexorable que afecta por igual a pueblos libres y tribus vasallas, todo un mundo fantástico concebido para legitimar un orden, en suma) y el cinismo que queda al descubierto con cada paso que dan, porque también se narra la historia desde el punto de vista de los desposeídos, de los que deben sonreír con buena cara mientras comparten a su hija virgen por el derecho de pernada, pero por dentro articulan la venganza más salvaje que se pueda concebir. Qué colosal, emotiva y punzante es esta saga, qué poco de Tolkien, a pesar de los esfuerzos de los freaks de los setenta/ochenta que consideran que lo freak de entonces es mejor que lo freak de ahora, por compararlas. Podemos encontrarnos personajes que nos sugieren las andanzas de los hijos del Rey Lear o bufones que tranquilamente nos siguen recordando a Shakespeare, justas admirables convenientemente satirizadas pero con un cariño que demuestra un respeto por sir Walter Scott fuera de toda duda, o batallas muy al estilo de La flecha negra (su peor libro, sin duda) de R.L. Stevenson. Ahora, lo que hace de Martin el hombre más leído de este momento, a pesar de que siempre tendemos a pensar que lo más vendido es lo más execrable (y no faltan ejemplos nobles, como El código Da Vinci o Harry Potter) es una maestría casi hitchkotiana para generar larguísimos suspenses que como un gran orgasmo contenido no acaban de explotar. Los reserva para la última serie, claro, pero puede permitirse jugar de esta manera con el lector, porque lo que ha escrito, como dice Álex de la Iglesia en uno de sus libros prologados por él, nos acompañará siempre. Uno se estremece con estos libros, lo pasa mal, se imbuye de avatares caballerescos y olvida las palabras clave Valar morghulis (todos los hombres mueren), junto con sus personajes que se creen eternos, para recordar, cada vez que te vuelve a llevar al Muro, que hay otros peligros que acechan y son más reales que la pueril lucha por el poder. Qué estudio psicológico tan eneatípico, tan gestáltico a veces nos muestra en figuras como Tyrion o Cerséi Lannister. Tan adictivo como sorprendente, tan televisivo como literario, tan admirado como ninguneado, George R.R. Martin sigue pegado a su ordenador pergeñando...
#63 Qué decir que no esté dicho ya? Altamente recomendada su lectura, aunque ya hayáis visto la serie.